Sentires Agroecológicos

Entramando comunidad educativa, en el “Curso de Ecología, ambiente y comunidad” que se facilitó en la Universidad Nacional de Quilmes, caminando juntos hacia las transiciones para un Buen Vivir.

Pospandemia 24/11/2022 Yanina Gambetti Yanina Gambetti
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Los espacios de aprendizaje colectivo tienen ese no sé qué que nos llena el alma. Quizás porque finalmente termina siendo un proceso en donde podemos expresarnos y ser parte de la construcción de esos sentidos, de esos conocimientos y saberes. Quizás porque entre reflexiones e intercambios, nos encontramos a nosotrxs mismxs, nos dejamos de sentir solos y solas con nuestros pensamientos e ideas y pasamos a ser comunidad. Y cuando coordinas un espacio así, tenés una gran responsabilidad: definir los ejes, temas y miradas que guiarán el proceso. Sin embargo, cuando el proceso educativo se convierte en círculo y abrimos a la horizontalidad y el intercambio, el resultado es sorprendente.  Y ahí estuvimos, tres meses, entramando comunidad educativa, en el “Curso de Ecología, ambiente y comunidad” que se facilitó en la Universidad Nacional de Quilmes, caminando juntos hacia las transiciones para un Buen Vivir.

El objetivo del curso fue, entre otros, identificar los principales problemas de la crisis climática para proponer acciones, generar herramientas que faciliten cambios necesarios y urgentes en los usos y costumbres, apropiarse de herramientas conceptuales que permitan fundamentar las distintas prácticas relacionadas a la producción sostenible en la institución, en el barrio y en nuestros hogares, conocer las redes de compostaje y reciclaje así como las experiencias de transición al buen vivir que se llevan adelante en la región. ¿Para qué? Para proyectar las ideas que tiendan a mejorar los vínculos comunitarios para sostener nuestro desarrollo en armonía con la naturaleza, reflexionar profundamente sobre la sociedad y el modelo que sostenemos para la vida, aprovechando el ida y vuel-ta de saberes, recorridos y expe-riencias personales y colectivas, para potenciar nuestros recursos.

Y ahí estábamos, docentes, estudiantes, trabajadores, personal de la institución y de otras universidades, vecinos y vecinas, diversos y diversas, con curiosidad y ganas de comprender con mayor profundidad eso que llamamos crisis civilizatoria, la crisis climática y las problemáticas socioambientales que nos angustian pero también nos impulsan a la acción.

 Este proceso de aprendizajes tuvo muchos momentos. Transitamos los debates con pasión y paciencia, con entusiasmo y constancia, dentro del aula pero también en otros espacios que a veces son tanto más ricos en cuanto a lo que nos dejan, y cómo imprimen huella en nosotros mismos.

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Como el día en que visitamos, la mayoría por primera vez, una chacra agroecológica. Esa agroecología de la que hablamos mucho, la que el curso había visto en videos, películas o en algún espacio huertero, pero nunca así, a campo y corazón abiertos. Esa mañana salimos temprano, con pronóstico de lluvia arrepentida y un sol radiante que nos recibía en la zona de reserva natural del Parque Pereyra, pasando el cordón periurbano bonaerense de la localidad de Hudson. Ahí nos esperaban, con los brazos extendidos, Matías y Miguel Aban, del emprendimiento agroecológico Hola Sabor. Jóvenes, amables y con tanta sabiduría que la apertura al aprendizaje estaba garantizada. Y los y las estudiantes, así, a cielo azul abierto, y rodeados de naturaleza y bondad hacia la tierra y las semillas, transitaron una larga jornada de intercambio de saberes pero también de sentipensares. Y así lo expresaron, a su vuelta, cuando procesaron lo vivido, lo experimentado, lo palpado entre cultivos naturales, bosque y abrazos.

Yo creo que lo aprendido es un montón, pero es más lo logramos hacer llegar a nuestro corazón, caja de resonancia sin la cual el conocimiento y el pensamiento nunca podrán estar al servicio del bien común. Estos son los relatos vívidos de lo que sintieron ese día, un día de abrir los ojos y dejar entrar la esperanza.

VALDELOMAR JOSÉ BRAN-KEVICH: “Estos emprendimientos como experiencias de la agricultura familiar nos interpelan en cuanto a nuestras pautas de consumo responsable y nuestras responsabilidades como parte de los entramados solidarios en los circuitos de producción  / comercialización / consumo (...) Así, la construcción de otra economía se materializa en un número importante de esfuerzos bajo un cambio de paradigma que pone su norte en el buen vivir donde la persona es el centro, en lugar del capital. Hola Sabor, genera trabajo familiar, producción sustentable y precio justo en tanto no tiene etapas de intermediación relevantes (...) Conocimos como la utilización de fertilizantes artificiales y agrotóxicos se reemplazan por propuestas naturales como flores, compostaje, aromáticas y preparados caseros para polinización y control de plagas (...) Creo que las visitas que se organizan, como la nuestra; y esa actitud de puertas abiertas es un recurso muy significativo para difundir y visibilizar su producción y el modo que la llevan adelante”. 

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 CARLOS VILLARREAL: “Para el que mira sin ver la tierra es tierra no más…” A. Yupanqui. Una vez más las palabras del poeta son certeras. Más cerca de lo que pude suponer, la Tierra que el trabajo humano convierte en fuente de alimentos sanos, se presenta ante quien tiene la mirada atenta y los demás sentidos alertas, no ya como algo que está o yace inerme e inmóvil sino como alguien más que vibra y late, que respira, fecunda, materna y pare. A veces los viajes, organizados o no, cambian nuestras miradas (mas allá de limpiarnos con lejanos horizontes nuestros ojos miopes de citadinos acostumbrados a distancias cortas). Conocer nuevos lugares y costumbres forman nuevas ideas y convicciones, ahuyentan prejuicios y moldean nuevas perspectivas e incluso nuevas dudas”

“Nunca, de adulto, había visitado una huerta, granja o algo parecido, sí conozco el campo, el paisaje, el lugar turístico, pero no la tierra como lugar de trabajo. Conocer la labor in situ de quienes con paciencia, mucho trabajo y tesón generan el alimento que el mismo día consumí junto a mi familia, fue una experiencia que aún, a una semana de esa visita, evalúo, considero, comparto y recomiendo.” 

“Es que más allá del romanticismo que a veces intenta cubrir el trabajo de la tierra y de sus trabajadorxs, la realidad se impone al hacernos presentes en la huerta. Atento a que la atención al público del agricultor ecológico es fundamental en la venta de su producción, no es lo mismo verlo en su lugar diario de labor. Allí es donde se comprende el valor y no el precio de su trabajo. Si bien nos tocó un día ideal, soleado y con una temperatura agradable, podemos a través de la imaginación, hacernos una somera idea de las dificultades de la tarea con un clima adverso, soportando lluvias y sequías, calores y fríos, entre otras.” 

“Conocer el lugar, ver sus recursos materiales, saber de sus combates con distintas plagas, ver sus animales y compost, y sobre todo compartir sus saberes y sus permanentes aprendizajes me ayuda a comprender por qué pagamos lo que pagamos cuando adquirimos sus productos. (...) Queda claro que el tema de una alimentación sana, sin agro tóxicos, o si se prefiere sin tóxicos, es lo que debería prevalecer en la agenda de quien pretenda un país con justicia social.” 

“Este pequeño viaje conurbano desde mi casa en el Oeste hasta el Sur confirma lo que hace semanas viene, y no es solo una expresión, interpelándome: el tema de la soberanía alimentaria es primordial en el gran entramado de la disputa por el cuidado del ambiente, del nuestro, del que nos importa y en el que no solo soñamos vivir, sino en el que debemos vivir”. 

“Ese viaje, del Oeste al Sur lo comparo con el viaje de la tierra a sus productos, de la semilla al vegetal, de la buena práctica agroecológica a la mesa de todes, de una sana alimentación a mejores humanes consumiendo productos sanos que nos mejoran la vida, previniendo enfermedades no transmisibles, es un viaje donde cabemos todes, desde los insectos hasta las piedras, inclusivo, en el que nada ni nadie queda afuera ni sobra. Y es un viaje sin retorno, al menos sin retorno al lugar desde donde partimos, de dónde venimos, de esas prácticas malas para con nosotrxs mismxs, con un sentido común prestado, lejano de solidaridad, abandonado del ideal colectivo, abonado por hábitos sutil y arteramente construidos propuestos por un capitalismo voraz que no se detiene ante nada”. 

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ALVARO SASTOQUE:En mi caso personal, puedo decir que para alguien que se aleja de su territorio -soy de Colombia- para acercarse a la tierra, siempre le resulta valioso encontrar que hay buenas semillas germinando un mejor futuro. Eso es una experiencia que guardaré de la Argentina, especialmente, luego de la visita a Hola Sabor, un lugar que más allá de demostrar fertilidad en sus cultivos también muestra fertilidad en el alma de personas comprometidas, ejemplo de ello: Miguel, Matías y familia.”

 “Hola Sabor, es un ejemplo de una frase que debe seguir repitiéndose hasta que se haga verdad: “sí se pueden cambiar los procesos productivos para un buen (mejor) vivir”. Proyectos como el de ellos deben existir muchos en Argentina o el resto del mundo, es verdad, pero cada uno merece un reconocimiento individual teniendo en cuenta la importancia de su compromiso y trabajo diario con el que realmente se viabilizan acciones de cambio para mejorar los hábitos de producción agrícola. Es meritorio reconocer a cada una de esas personas su valioso trabajo pues gracias a ellos la academia puede escribir sobre futuros alternativos y argumentar que el ambientalismo y la agroecología no es simple retórica, y que es posible unir la praxis con la teoría. La visita fue desde el principio enriquecedora. Salir de los muros de Buenos Aires hacia otros espacios más verdes alimenta las experiencias que como viajero se guardan en la memoria y fortalecen los conocimientos sobre agroecología para llevar a mi tierra natal, Colombia.  Fue muy valioso, entre todas las cosas buenas, conocer durante la conversación con Matías que varios compatriotas han visitado Hola Sabor para aprender sobre las buenas experiencias de Argentina, pues resulta gratificante conocer que somos más los que en varios países queremos un cambio en los hábitos de consumo de comida en el mundo.  Esta experiencia la llevaré en mi valija cuando esté de regreso igual que los aprendizajes tan valiosos que he recibido en este curso con ustedes.” 

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LUCILA POLIMENI: La visita a la huerta, mejor dicho, a la familia de agricultorxs familares fue muy enriquecedora en varios aspectos. En primer momento me sentí muy cómoda porque su lugar de trabajo es su hogar y eso se siente, desde la energía y el cuidado que le dan. Suele pasar que trabajamos en lugares en los que no vemos la hora de irnos, que no nos preocupa su cuidado y mantenemos una relación de distancia. Por ejemplo el caso de jóvenes trabajando en empresas de telemarketing, confinades en pequeños cubículos con algunos pocos minutos para ir al baño o almorzar. Claramente no van a desarrollar afecto por su espacio de trabajo. Hablo desde las voces de jóvenes que conozco. Esta familia trabaja en su casa, en su territorio, con sus perros acompañando en todo momento, queriendo y cuidando a cada paso.”

“La experiencia de su trabajo me hace pensar en la complejidad del trabajo autogestivo pero también en las subjetividades del equipo de trabajo para realizar una práctica consciente y de cuidado de la salud. Lo relaciono con lo que vimos plantear a Vandana Shiva sobre Un planeta, Una salud, en cuanto a realizar una producción de cuidado al ambiente y por lo tanto de cuidado de la salud de la comunidad, del cuidado de nuestra tierra y de nosotres cómo seres integrados parte de la misma naturaleza.”

“Considero que no se puede "vivir bien" si no se vive siendo consciente de esto, cuidar nuestra madre tierra como cuidamos nosotres. El daño que le hacemos a nuestra tierra nos lo hacemos a nosotres, somos unx. Esta familia cuida su tierra, su territorio, su familia y su comunidad demostrando una gran amorosidad.”

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LORENA ANISICH:La visita que realizamos en la huerta Hola Sabor fue grata tener nuevamente esa  experiencia que tuve de pequeña al vivir en una quinta en el mismo territorio que se encuentra dicho lugar, y oír a los   anfitriones contar con tanto amor lo que hacen  día a día y cosechan a su debido tiempo es impagable. Sería muy bueno que todos tomemos conciencia y demos valor al buen vivir y más amor a la PACHA Nuestra Madre Tierra, dejar de abusar tanto de ella con todos los químicos y residuos que dejamos desparramados por doquier. Gracias por compartir y hacer que le llegue a mi mente mis recuerdo añorados muy bien guardados.”

JORGE DI STÉFANO: Maravillosa y recreativa visita a la Granja de esta maravillosa gente, familia que de la mano de Matías y Miguel nos transportan por un camino posible y de gran contenido humano y laborioso. No es el impenetrable y lo tenemos al costado de a la Autopista Buenos Aires-La Plata, a la altura de Hudson/Pereyra. Doce hectáreas sembradas con variadas plantas y verduras de estación, más el sector especial para el cultivo de frutillas que son únicas, dulces y deliciosas. Instalaciones muy cuidadas y mantenidas por Miguel, Matias y sus padres quienes tuvieron para regresar a sus conocimientos ancestrales y recapacitarse para retornar a los cultivos agroecológicos, sin agrotóxicos ni elementos contaminantes para emprender ya hace casi diez años con sus cultivos naturales, preparando todo ellos mismos con los elementos que la propia tierra y su primer naciente, con las cenizas, cosechas primarias de ajíes, morrones, sus propios componentes para la purificación de cada sembradío, la elección de los plásticos degradables, el permanente rociado del agua del lugar, y todo bajo la cuidadosa, atenta vigilia y mirada de gran valor agregado, en cada metro que así cultivan y mantienen para hacernos llegar a nuestros hogares verduras, frutas, dulces, conservas de la huerta familiar a nuestras mesas.”

“Realmente una visita genial que nos remite a un hacer-posible. Siempre me quedará grabado cuántas réplicas similares podríamos tener para el mantenimiento ultra-urgente y necesario de nuestro planeta con un ecosistema en jaque y en consecuencia lograr una mejor calidad de vida para nosotros, nuestras familias y la comunidad entera, habiendo comprobado que así lo realizan todos los días Matías, Miguel y familia en ese maravilloso lugar y contando solamente con 12 hectáreas. Imaginemos y difundamos. Sí, así se puede!,”

ABIGAIL ZARZA: En promedio, los agricultores reciben tan solo entre el 10 y 15 % aproximadamente del total del valor de los productos Por lo que es necesario avanzar en modelos de vinculación a mercados más inclusivos y equitativos; y ser valorados más a estos agricultores el esfuerzo que realizan para proveer sus productos. Como conclusión se debe considerar la necesidad imperiosa de trabajar en el fortalecimiento del tejido social, político y económico de la agricultura familiar; así como también, mejorar la educación y recuperar la extensión rural como ejes transversales de todas las políticas dirigidas al sector”.

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 CHIRINO MÓNICA: “Lo que más me llamó la atención, independientemente de la calidad de Matías y Miguel, es que producen frutas y verduras “sanas” y con valor nutritivo mediante un manejo racional y respetuoso de los bienes comunes que ofrece la zona donde viven.(...) Este uso y producción es agroecológico porque no usan fertilizantes ni pesticidas químicos, porque producen policultivos considerando la estacionalidad y porque mantienen (o intentan mantener) la diversidad biológica, lo que permite conservar la fertilidad del suelo. Al mismo tiempo, se ve que siempre están intentando mejorar el rendimiento de su producción y revisar su capacitación ya que, por ejemplo, listo algunos de los métodos o consideraciones que pude registrar en esta visita.” 

“1. Invirtieron en diferentes invernaderos para producir alimento en momentos en que el clima no es totalmente favorable para el desarrollo y reproducción de muchos vegetales. Esto les permite tener frutas y verduras reduciendo los tiempos de espera para iniciar diferentes cultivos.” 

“2. Por ende, producen alimentos de calidad nutritiva y sabor conservando los nutrientes de los mismos al dejar que maduren naturalmente sin acelerar artificialmente el desarrollo”. 

“3. Acondicionaron sistemas de riego para conservar agua.” 

“4. Reutilizan como protectores y/o fertilizantes del suelo a las partes de la producción que no comercializan, permitiendo el ciclado de los nutrientes de esa materia orgánica, lo que favorece el desarrollo y mantenimiento de los microorganismos que enriquecen al suelo y reducen la erosión”. 

“5. Conviven colabora-tivamente con sus vecinos compartiendo semillas y conocimientos para mantener sus estilos de vida y el respeto por la vida y el ambiente.” 

“6. Parte de lo que cultivan lo “dejan pasar” y no lo cosechan para obtener y conservar semillas para futuros cultivos”. 

“7. Buscan encontrar las causas o explicaciones biológicas y/o fisicoquímicas para evaluar la riqueza (o la no riqueza) en algunas de sus parcelas destinadas al cultivo intentando contactarse con la comunidad científica”

“8. Intentan aumentar y diversificar los cultivos que tienen”. 

“9. Trabajan sin interme-diarios reduciendo el costo del alimento para el cliente; además, de que se reduce la emisión de GEI y de la huella ecológica en la comercialización de los vegetales (menor distancia de traslado, menor pérdida de alimento podrido por reducir el tiempo de viaje o anular el almacenamiento en cámaras frías, etc.).”

“10. Producen como viven.  Quiero decir que el modo de producir se refleja en sus modos de vivir siendo lo menos intervencionistas con el medio y lo más “naturistas” posibles en sus acciones. Usan electricidad o la energía de los derivados del petróleo cuando es necesario (ejemplo, transportar las frutas y verduras que comercializan en vehículos, el tractor para preparar el suelo, el sistema de riego, entre otras, al mismo tiempo que usan herramientas “a pulso”). En resumen: no tienen una relación utilitaria del campo porque ese campo familiar es su casa.”

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LEANDRO BECKER: Tomar conciencia y aprender para poder ayudar a otros a despertar en este camino a la sustentabilidad. Creo que llego el momento de centrarnos en buscar soluciones y brindárselas a la comunidad para lograr esta evolución que se está llevando adelante en el planeta. Hoy celebro conectar con gente que está en el mismo camino, el de ayudar a cambiar hábitos y enfocarnos en todas las posibilidades que nos brinda la naturaleza.”

“El campo y los trabajadores de Hola Sabor son un claro ejemplo de que desde el amor, el amor por lo que uno hace, amor por el otro, amor por la naturaleza, se puede lograr todo en la vida. Un lugar maravilloso en donde al llegar ya se puede sentir la buena energía. Un lugar donde se convive y se tiene respeto por toda la naturaleza, generando un equilibrio y productos sanos fundamentales para la vida de todos.”

“Nikola Tesla decía que para llegar al sol hay que comer comida que venga del sol. Explicaba en sus libros que todas las plantas del sol tienen el sol dentro de ella y es la fuente de energía más grande que tenemos. Una fruta es prácticamente sol y minerales. Así que, si consumimos plantas, estamos comiendo sol y llenándonos de altas cargas de energía pura y limpia. Tener consciencia de la energía que proporciona el sol y, de cómo esa luz, se conecta con nuestra propia luz, porque si, está comprobado, las células de nuestro cuerpo emiten energía iridiscente”.

 Estos y otros sentipensares que fluyeron en el aula -y de los cuales no tenemos todos los registros más que en nuestras conciencias enriquecidas- son el valor agregado de estos espacios educativos que convocan, no a absorber conocimiento sino a construirlo colectivamente. Espacios educativos que buscan ir más allá y que nos convocan a hacer la diferencia, sobre todo en las universidades públicas, en las cuales soñamos con formarnos como comunidades que construyan saberes para mejorar la calidad de vida de nuestros pueblos. Por eso es tan importante escucharnos y abrir nuestras mentes y corazones para que trabajen juntos. Porque del enorme, global y crítico dilema socioambiental solo saldremos si ambos receptores trabajan en equilibrio y así, en armonía nos permitirán alcanzar los saberes necesarios para sobrevivir y dejarles un mundo mejor a las futuras generaciones.

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