Mujeres Semillas - La Rebelión ante el Patriarcado Ecocida

El histórico rol que han jugado las mujeres en las revoluciones ha sido conocido pero invisibilizado para el conjunto de las sociedades.

Pospandemia 01/10/2020 Yanina Gambetti Yanina Gambetti
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El histórico rol que han jugado las mujeres en las revoluciones ha sido conocido pero invisibilizado para el conjunto de las sociedades. En los diversos ámbitos donde se gestaba la transformación, donde se plantaban los derechos, donde se reivindicaba la dignidad, ahí estaban las mujeres: en las fábricas y sindicatos, en las escuelas, en el campo, organizando comedores en los barrios con más necesidades, en las calles pidiendo justicia por nuestra pibas y pibes desaparecidxs o asesinadxs, en sus hogares cuidando, educando y sobre todo, alimentando.

La invisibilización de este poder revolucionario es una consecuencia más del sistema patriarcal, donde la diferencia biológica del sexo se convierte en una diferencia cualitativa que pone a la mujer en un lugar de inferioridad y desventaja social. Si bien en los últimos años las luchas feministas han logrado visibilizarnos más, todavía hay un camino por delante.

Solo por nombrar dos ejemplos, entre millones, podemos mencionar a quienes hemos logrado visibilzar. Berta Cáceres, asesinada por luchar, quien fuera lídereza de la comunidad lenca, la identidad indígena mayoritaria en Honduras y reconocida por ser la principal referente en la lucha para impedir que la mayor constructora a escala mundial, Sinohydro, realizara la represa en el río Gualcarque a pesar de que ésta contaba con el apoyo financiero de una institución del Banco Mundial.

Del otro lado del mapa, Vandana Shiva, la ecofeminista india que es espíritu y motor a nivel mundial de la oposición a los alimentos modificados genéticamente y al modelo de Agronegocios. Ambas luchas radican en combatir la explotación del territorio y de nuestros cuerpos, y todos abusos que sobre ellos causa el extractivismo como brazo patriarcal del capitalismo que se expresa en los modelos productivos dominantes de todo el mundo.

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Sin dudas, podemos hablar de que existe un paralelo entre la Naturaleza y las mujeres, en el modo en que el capitalismo nos considera, cataloga y convierte en mercancía. Y esto ocurre sobre todo en contextos de lucha por la autonomía y la defensa de bienes comunes, donde mayormente somos las mujeres las que ponemos nuestros cuerpos para proteger la vida en general: la biodiversidad, la tierra, el agua, las semillas, la comunidad.  

Veamos esto, dando un vistazo a la situación de Argentina durante los últimos 30 años. Es evidente el rol que las mujeres venimos desarrollando como promotoras de una transición a modelos alternativos cooperativos en armonía con la Naturaleza.

Estos últimos años a los que hacemos referencia fueron gobernados por las dos principales vertientes partidarias -a grandes rasgos el kirchnerismo-peronismo y el macrismo-radicalismo- quienes se han caracterizado -y aún lo hacen- por el fomento del modelo de Desarrollo capitalista que, como ya venimos manifestando, es el sistema que oprime sobre todo a lxs más desprotejidxs, a las disidencias, a las mujeres y a las infancias. 

Toda las políticas centrales del modelo económico al que nos empuja esta clase de administración del Estado apuntan a la profundización del extractivismo, a empobrecer territorios, degradar nuestras culturas y convertirnos en zonas de sacrificio (como en el caso de la mega-mineria, del fracking, la explotación en los salares, desarrollos inmobiliarios en bosques nativos y humedales, el monocultivo con transgénicos y ahora el acuerdo para instalar las megafactorías porcinas, entre otros).

Pasado apenas el año 2000 en Argentina, y a la par del avance de este modelo anti naturaleza -que lleva 500 años pero su versión moderna se encrudece sin parar desde la llegada del menemismo-, surgen cientos de asambleas socioambientales a lo largo y ancho del territorio con el mismo objetivo: defender la vida ante el saqueo. Durante estos procesos de despojo, numerosos fueron los casos de mujeres que han sido promotoras de movimientos y puebladas contra el saqueo y la contaminación. Incluso, por tratarse de mujeres, les han hecho aún más difícil el camino, porque la mayoría han tomado la valiente decisión de salir de su vida “cotidiana” para defender nuestros derechos humanos más vitales: el derecho al agua, al alimento y a una vida digna en un ambiente sano. Ellas, se pararon frente a topadoras contra el desmonte, frente a camiones llenos de cianuro en las altas cumbres, frente a policías en los cortes de ruta, frente a patotas sindicales y promineras o frente a mosquitos fumigadores (casualmente actividades llevadas a cabo por varones casi siempre); caminaron los pueblos concientizando casa por casa para empoderar a las comunidades, a la vez que le hicieron frente a la creciente criminalización y judicialización de la protesta social, enfrentándose incluso a acosos y a campañas de deslegitimación personal. En esas mujeres semilla, ancestras en nuestra sangre revolucionaria, ha crecido el fruto de la rebeldía.

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Múltiples frentes.

La mujer luchadora revoluciona en un camino donde batalla por partida triple. Primero contra el mandato social patriarcal que nos ubica en la casa y en tareas estereotipadas como “más pasivas” que las que se le asignan al varón. Luego contra la culpa (derivada del mismo sistema opresivo) por pasar menos tiempo con la familia para dedicarnos a defender nuestra autonomía y la del territorio. Y en tercer lugar, contra las multinacionales y los gobiernos (recordemos los enfrentamientos, persecuciones, causas legales armadas, represión, asesinatos) por poner el cuerpo en la lucha. Sin duda es mucho que cargar en la espalda. 

Simbiosis natural.

Volviendo a la idea de la analogía entre mujeres y Naturaleza, en tanto a cómo somos tratadas por el sistema capitalista extractivista, podemos señalar al menos dos constantes. Por un lado la mercantilización, por ser dadoras de vida (para el sistema las mujeres “producimos fuerza de trabajo-clientes-consumidores” y la Naturaleza “genera recursos-satisface las necesidades del Desarrollo”). Ese poder de crear vida o de sostenerla es un bien que el sistema cosifica e inmediatamente convierte en objeto de control, privatizado y utilizado hasta ser exprimido. Y por otro lado, la naturalización de la violencia. En nuestras sociedades aún existe la violencia de género y las mujeres continuamos siendo asesinadas, violadas, marginadas y cosificadas; y toda esta violencia está tan naturalizada como lo está el saqueo a la Madre Tierra (incendios en humedales y montes, los organismos genéticamente modificados, la cria industrial y criminal de animales, las voladuras de montañas para perforación hidrocarburifera o minera, son vistas o mostradas como parte “inevitable” del Progreso).

Sin embargo, a pesar de la múltiple opresión somos mayormente mujeres las que estamos al frente de movimientos que procuran el cuidado de la vida frente al saqueo y la destrucción ambiental. Somos mayormente mujeres las que sostenemos los proyectos productivos y sociales que construyen un mundo diferente. Por eso, a múltiples opresiones respondemos con múltiples niveles de rebeliones. Primero nos revolucionamos internamente, despertando para hacer frente a la primera opresión directa sobre nuestros cuerpos, y luego revolucionamos nuestro entorno -barrial, familiar- organizando colectivamente nuestras ganas de luchar y cambiar el mundo. En algún momento nos revolucionamos y pasamos de estar enfocadas en el trabajo y la familia a estar enfocadas en el compromiso de construir un mejor vivir en sociedades más justas donde los derechos humanos y los de la naturaleza sean respetados. 

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En búsqueda de Soberanía y Autonomía Alimentaria: espacios impulsados por mujeres.

Actualmente las resistencias y luchas por la protección de nuestros bienes comunes tienen como centro de atención el agua, la tierra y la biodiversidad: los tres pilares de la Soberania Alimentaria. En el lugar opuesto a este paradigma, de buen vivir y buen alimentarnos, se encuentra la Agroindustria, uno de los pilares del sistema capitalista extractivista y patriarcal, responsable del hambre, la malnutrición y el deterioro de la salud de los pueblos, la proliferación de pestes y enfermedades, y como si fuera poco, el principal origen de la crisis climática. Esta última, como ha sido demostrado, además de traducirse en desastres naturales y humanitarios, provoca la mutación de virus y bacterias que generan nuevas pandemias. Pero contra viento y marea, el movimiento mundial por la Soberanía Alimentaria y el desarrollo creciente de la Agroecología crecen día a día para mostrar las salidas a las problemáticas mencionadas y hacer frente al Agronegocio. Podríamos pensar que la Agroecología es el antídoto al Agronegocio tanto como los feminismos lo son al patriarcado. Es nuestra tarea entonces, seguir construyendo más espacios para alcanzar la necesaria Soberanía Alimentaria, no sólo para alimentar al mundo de verdad sino para estar sanos, combatir la crisis climática y con ello a las futuras pandemias. Este paradigma que sostenemos y fomentamos implica cooperación, producción local y autónomía popular, además del acceso equitativo a alimentos de calidad, nutritivos y sin venenos. Es el único camino viable para mantenernos sanos, fuertes y unidxs, y es a la vez una solución a los problemas socioambientales que atentan contra la salud de la Tierra y de todos los seres vivos que formamos parte de ella. Es la base para una sociedad empoderada y mejor preparada para dar las otras tantas batallas que nos quedan por dar.

Por todo ello, alcanzar la Soberanía Alimentaria se convierte hoy en una lucha impostergable y, necesariamente, requiere de la defensa del territorio-naturaleza ante el avance del modelo productivo basado en extractivismos. Si no retrocede el patriarcado no liberaremos nuestros cuerpos, así como si no retrocede el Agronegocio, no avanzará la Soberanía Alimentaria. Mujeres y Naturaelza, nuestros caminos no se bifurcan sino que confluyen en la liberación y descolonización de nuestros cuerpos, mentes y territorios.

Mujeres semilla.

Así como las semillas originarias contienen el germen revolucionario que pretende destruir la semilla transgénica, las mujeres activistas y todas nosotras, contenemos en nuestro espíritu el germen revolucionario que es capáz de socavar al patriarcado extractivista. Y aunque sigue siendo difícil y continuamos en un período de resistencia que parece no terminar, es en esta relación íntima con la Tierra el lugar donde encontraremos una y otra vez las semillas del cambio que necesitamos.

Algunos ejemplos de mujeres semillas: las compañeras rurales, productoras, que lideran movimientos campesinos e indígenas en lucha; las mujeres de los comedores barriales que organizan las viandas y cocinan para que nadie pase hambre, las mujeres que organizamos los puentes entre el campo y las ciudades en nodos de consumo conciente, las nutricionistas que nos acompañan en estas luchas, las comunicadoras, las huerteras, las ciudadoras de semillas, las maestras que llevan la cuestion ambiental al aula, las artistas y tantas otras que son  mujeres medicina. Nos sostenemos en red y en redes nos encontramos para expandir este tejido transformador que hilamos en nuestras experiencias territoriales. 

Las rutas sanas del alimento: descolonización alimentaria.

Las redes de abastecimiento alimentario a partir de la Agroecología y la Economía Social también son sostenidas por mujeres. Ante el despojo de los ancestrales saberes alimentarios reemplazados por el monocultivo del supermercadismo y las comidas fumigadas, miles de mujeres -y hombres también pero en menor escala- nos organizamos para multiplicar los nodos de consumo responsable entrelazando a productorxs con las familias que no tienen acceso directo a las quintas. Esta descolonización implica trabajar en algunos aspectos simultáneamente: en el fomento de la transición a la Agroecología como forma de producir, en la autonomía de los territorios y comunidades como política para la toma de desiciones, en la transformación de nuestras prácticas de consumo para una alimentación sana y en el impuslo de una economía eco- social y solidaria.

En cuanto a los nodos de consumo agroecológicos, sabemos que entre el 70 y el 80 % son sostenidos por mujeres y un porcentaje aún mayor nos representa en el resto de los emprendimientos de la economia popular. Solo en Mercado Territorial y Bolson Colaborativo, que son unas de las tantas redes de nodos locales de Buenos Aires, el 90 % de las noderas somos mujeres. 

Esas son las redes que descolonizan saberes y territorios. Trazando las rutas sanas del alimento, nos organizamos en comunidad y nos tejemos en nodos, en ferias, en almacenes y en comedores barriales. Y un día, mapeando nuestros proyectos, nos dimos cuenta de que éramos miles. Esta red interregional ya tiene su mapa y refleja esas rutas que consisten en la práctica real de una economía eco-social y une a productorxs y consumidorxs.

A cosechar las semillas y seguir sembrando.

Existe una profecía según la cual la tierra al comienzo del tercer milenio sufrirá profundos cambios ("La profecía de la curandera"). Llegará el momento en el cual el espíritu femenino se despertará de un letargo de más de cinco siglos para dar origen a un mundo de paz y armonía. Cuenta que la salvación de la humanidad está en manos de las mujeres, quienes tendremos que encontrarnos con otras mujeres y unidas salvar la Tierra.

Este 2020 nos encuentra unidas ante un panorama mucho más desafiante. Nos enfrentamos a una crisis ambiental y sanitaria sin precedentes, provocada por la mano humana que ejecuta un modelo extractivista que nos oprime a todxs y aún somos parte de una sociedad adormecida, empobrecida y envenenada que de a poco va renovándose -gracias a una juventud que se reconoce, cada día más, como parte de la Naturaleza-. Nos han explotado, nos han violado, matado y mercantilizado. Aún no nos libramos de ello. Pero hay esperanzas a pesar de la doble opresión, tanto para la Naturaleza como para las mujeres. Cada día se multiplican las luchas para liberar nuestros cuerpos y territorios con la convicción de que No es No y de que Basta es Basta. Nosotras lo estamos gritando y la Tierra también nos lo está advirtiendo. Estamos aprendiendo a escucharla. Somos naturaleza, mujeres semilla. Y somos la punta de lanza de la revolución que necesitamos, tanto nosotras como toda la Humanidad.

Por todo esto no hay dudas de que sabremos seguir siendo valientes, fuertes y guerreras para defender nuestros cuerpos y, al mismo tiempo, seguir protegiendo el territorio con la misma ternura que nos provoca el cuidado de una cría, una flor o el reciente brote de nuestro más preciado jardín.

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