Hay que abandonar este modelo contaminante e ir a uno armónico como el Kume Feleal. Por Nilo Cayuqueo.

Nilo Cayuqueo pertenece al pueblo Mapuche. Integra el frente actor de la acción judicial "Un Trigo de Libertad".

Información10/01/2021Naturaleza de DerechosNaturaleza de Derechos

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Nilo Cayuqueo pertenece al pueblo Mapuche. Nació y se crió en la comunidad Mapuche Tribu de Coliqueo en Los Toldos (Buenos Aires).Integra el frente actor de la acción judicial "Un Trigo de Libertad" como Coordinador de la Mesa de Pueblos Originarios de la Provincia de Buenos Aires Aires

Si bien el trigo fue traído por el conquistador Sebastián Gaboto en 1527 (1) , en lo que hoy es Argentina, recién a mitad del siglo XIX, se comenzó a producir en más cantidad en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y La Pampa (2).

 A mediados del siglo XIX, el estado argentino y a través de su ejército invadió los territorios mapuche y Tehuelche provocando el despojo, masacres y genocidio, especialmente al pueblo mapuche.

Las comunidades mapuche tehuelche que sobrevivieron, quedaron dispersas en lo que hoy se llama la Pampa Húmeda y asentados como pequeños productores campesinos, y adoptaron como medio principal de producción el cultivo de trigo. Poco a poco fueron perdiendo sus pequeñas parcelas por falta de reconocimiento, y por la avaricia de los nuevos colonizadores llegados de Europa, en lo que fue la segunda colonización y despojo. 

Los inmigrantes vinieron mayormente de Italia y España y con la ayuda de los gobiernos de la época se instalaron en todos esos territorios. Como ejemplo, en Los Toldos, provincial de Buenos Aires y a 300 kilómetros de Capital Federal, que es el lugar de donde provengo, hay una comunidad mapuche llamada Tribu de Coliqueo. 

Esta comunidad originalmente tenía 16 mil hectáreas de campo, donde vivíamos 4 mil personas. Hoy después de la segunda colonización que comenzó por el 1920 hasta la fecha, solamente han quedado no más de 25 familias mapuches y ocupando una extensión minúscula de tierras, alrededor de 4 a 25 hectáreas por familia y que no alcanza a totalizar 800 hectáreas.

En general en las periferias de los cientos de pueblos que existen hoy en día en las provincias de Buenos Aires y La Pampa, por dar un ejemplo, viven hoy día,  pequeñas comunidades mapuche y Tehuelches urbanas, casi todas en condiciones de extrema pobreza por haber sido desalojadas de sus territorios. El resto de las poblaciones migraron a las periferias de las grandes ciudades como ser Buenos Aires, pasando a formar parte de  los grandes conglomerados urbanos en las llamadas Villas Miserias.  

El gran acaparamiento de tierras y el avance de la producción de semillas transgénicas en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, La Pampa y Entre Ríos, produce un negocio millonario y no tiene ninguna relación con producción para alimentar a la población, sino con el único fin el de hacer dinero. Todos estos negocios se hacen hoy día en complicidad con los gobiernos de turnos.  

Con la aprobación de la soja transgénica en 1996 y su paquete tecnológico, Argentina ha consolidado en las últimas dos décadas el agronegocio como modelo productivo de exportación de commodities, de alimentos para animales, especialmente para porcinos en china. 

El otrora “territorio desierto” que justificaba campañas militares, está en posesión de los descendientes de esos militares, terratenientes que se apropiaron, y bajo el negocio sojero empresarial de vastos territorios sembrados por transgénicos. Estas matrices de desarrollo extractivista son compartidas por gobiernos neoliberales de derecha o “progresistas.

El progreso es la producción y el crecimiento económico. La conservación de la naturaleza, el atraso. El otrora “territorio desierto” que justificaba campañas militares, está en posesión de los descendientes de esos militares, terratenientes que se apropiaron, y bajo el negocio sojero empresarial de vastos territorios sembrados por transgénicos. Estas matrices de desarrollo extractivista son compartidas por gobiernos neoliberales de derecha o “progresistas”.

En Argentina, muchas han sido nuestras luchas para que el Estado nos reconozca como sujetos de derecho y sin dudas, la firma del Convenio 169 de la OIT en 1992 por parte del Estado, ha sido uno de los instrumentos jurídicos más importantes en este reconocimiento. Sin embargo éste como otros convenios y leyes, no se aplican y son violados impunemente. El entretejido capitalista de las grandes empresas en connivencia con los organismos de control estatal, siguen violando con toda impunidad las leyes y convenios internacionales, sin la consulta, participación y consentimiento libre, previo e informado de los Pueblos Indígenas, según lo establece el convenio 169 de la OIT.

Los aspectos territoriales y ambientales están lejos de resolverse, y esto queda expuesto con el caso de la Ley 26.160, Ley de Emergencia Territorial Indígena de 2006 que prohíbe los desalojos en territorios en conflicto. Hoy, a 14 años después de su sanción, debió ser prorrogada en 2017 por tercera vez, sin que se concrete su objetivo a la fecha.

La conflictividad se incrementa en proporción a la actividad extractiva, inmobiliaria y turística. El avance de capitales nacionales y extranjeros, con emprendimientos públicos y privados, y la falta de reconocimiento a la propiedad comunitaria de los territorios, incrementa los conflictos.

Con la aprobación de la soja transgénica en 1996 y su paquete tecnológico, Argentina ha consolidado en las últimas dos décadas el agronegocio como modelo productivo de exportación de commodities, de alimentos para animales.

Este modelo de producción que se instaló como política de estado desde entonces hasta estos días, incrementó en 848 % el uso de venenos en una superficie que creció el 50 %. Hoy en día se derraman alrededor de 350 millones de litros de agrotóxicos, también en la producción de alimentos que son considerados “mercancías”. 

El impacto de la biotecnología, sustentó el avance de la frontera agrícola-ganadera desde la región pampeana hacia las provincias del norte, donde se encuentra la mayor cantidad de población indígena y campesina.

El modelo agroindustrial, con la consiguiente expulsión de pueblos indígenas y campesinos a las grandes urbes, el desmonte, la pérdida de bosque nativo, la  degradación de los suelos, la contaminación del aire y del fuentes de agua, ha sido sin duda un embate sobre nuestros cuerpos y nuestros territorios. 

Los estados coloniales tanto del lado argentino como chileno, concibieron a los territorios indígenas como tierras a explotar. Por eso promovieron una ideología de civilización y barbarie, y una estigmatización de los pueblos indígenas a través de la educación europeizante basados en la acumulación de dinero, y que trajo como consecuencia el  racismo descarnado y violento que tratan de sustentar hasta hoy día los estados y gobiernos nacionales. 

En la actualidad, estas políticas han devenido en etnocidios, por la devastación que han producido en nuestros territorios, impidiendo la transmisión de nuestra cultura oral, escrita  e intergeneracional, ante la pasividad por la desinformación y la ignorancia del pueblo argentino. Su origen está en la justificación de la invasión y ocupación militar y terrateniente sobre los territorios indígenas de Pampa y Patagonia, y el sometimiento de los pueblos.

Hoy día, los millones de campesinos y personas pertenecientes a pueblos Originarios siguen viviendo en asentamientos poblaciones precarios en condiciones deplorables, hacienda que la vida se vuelva a extremos insoportables de carencias de todo tipo.

Mientras tanto en los miles de pueblos que habitan en las periferias, las comunidades mapuche y Tehuelche continúan esperando que algún día se haga la Reparación Histórica que los pueblos originarios están demandando y que, los gobiernos y la Sociedad toda, se dé cuenta que la vida se hace cada vez más difícil con este modelo capitalista, contaminante, depredador e injusto y decida decir basta y cambiar hacia una Sociedad más justa, equitativa y armónica como el Kume Feleal (La traducción sería más o menos, Buen Vivir en idioma mapuche).

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Notas:

1)  Juan Luis Martiren y Agustina Reyes: Producción de trigo en Argentina a partir de 1880. Escuela de Historia, revista Anuario Digital 25

Daniel Miralles y Fernanda Gonzalez: El Trigo en Argentina, Perspectivas Eco Fisiológicas del pasado, presente y futuro. Catedra Agronomía, UBA

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